sábado, noviembre 10, 2007

En el séptimo día



Casi pasa como un barco a la deriva por los ojos del naufrago, ese rayo veloz que todo lo triza con la potencia de miles de dioses escupiendo plegarias humanas.

La mala fortuna es algo pasajero cuando se tiene el coraje necesario para abandonar tierra firme y dejarse llevar por los aires.

La condición es una sola: creer que la vida es un polvo…

Cuando la fase mental llegue a la eyaculación, todo comenzará de nuevo y ese rostro que perdiste en la infancia volverá a ti.

Las miradas se centrarán en lo que alguna vez observaste como salvación y ahí la risa llegará como un ave rapaz para tragarse todo lo que se vio en algún momento oscuro.

Pisarán los centavos desparramados y morderán la oreja, y la cinta en reproducción continua se volverá una repetición inagotable de frases hechas.

Furia para reventar el planeta desde adentro, y con las miles de extremidades humanas hacer un banquete en honor a Platón.

El torrente sanguíneo se volverá sólido para enseñar el camino y el canto de Mike Patton caerá como una navaja en las profundidades del sistema.

Sucesión de oportunidades: como nunca las manos negras se abrirán con libertad y el llanto de los oprimidos será el mar sustitutivo que ahogará las desigualdades.

La evidencia de un futuro mejor estallará en mil pedazos y cuando nuevamente recuerdes el cálido vientre materno, volverás a nacer para encandilarte con el sol y suspirar por los que aún no han vacilado.

Ahí sabrás que está la vida de nuevo, ese camino interminable que comienza todas las centurias, producto del polvo accidental en el séptimo día.