Perseguidos por la inclemente inquisición musical, salen despavoridos los oídos humanos del cono sur ochentero, los acorralan por tener la osadía en la nueva centuria de seguir escuchando las letras y acordes de Gustavo Cerati, Zeta Bossio y la básica percusión de Charly Alberti. Cuando pasará el temblor parecen preguntarse los críticos musicales, de esos hipócritas que abundan en los medios pregonando sus fantasías por el más amplio abanico de melodías extrañas, como para esconder bajo la alfombra los inicios y los precursores de los ritmos de esta parte del continente.
No es Nada Personal, pero Soda Stereo es una escuela, vieja y quizás devastada por los años, sin embargo, mantiene adeptos atemporales en las vías musicales de arranque. Influencia prístina de tantas agrupaciones de esta parte del mundo, uso amplificado de las letras interiores de la celda humana, lo que les dio el tono de lights por hablar sin el efervescente compromiso social de la época.
Una utilización rítmica singular la de estos bonaerenses, discretos armonizadores de los transcursos cotidianos en tiempos grises y de amargura, adelantados modistos de los años ochenta, copias originales de “The Cure” y otras bandas del otro lado del atlantico.
Padres no cabe duda de los Virus, Mirandas, Catupecu Machu, Babasónicos y allende los andes de Aparato Raro, Viena, e incluso Los Tr3s, raro suena pero con la base sónica de melodías instrumentales y letras más inherentes a las situaciones interiores humanas.
En sus cabezas adaptaron antes que todos el concepto de marketing y comercio discográfico, haciendo de sus cabelleras y sus trajes un show inigualable en estelares y recitales a lo ancho de Sudamérica, convirtiéndose en los precursores de la venta de imagen, algo que siempre se ha renegado en los circuitos más elitistas, pero que en la hora de la honestidad mueve la creatividad al reconocimiento popular.
Cerati amigo de los cuentos de hadas y de los necesarios lados B humanos, poniendo en sus líricas profundas emociones con un lenguaje vacío y hasta intrascendente, una muestra de maestría notable y que despidió como recurso en cada escenario del planeta para demostrar la validez de los hermanos americanos.
Liviandad como recurso musical transgresor y fábulas de video clips emulando las andanzas adolescentes de aquellos tiempos. No hay que engañarse entonces, a tomarse el antídoto contra la tontera y la falsedad y a reconocer a quienes con justicia son los libertadores melódicos de esta parte del continente, que antes era solo un museo de cera derritiéndose entre los barrotes de la tristeza. Así que a tomárselo con Soda, es la mejor manera de aceptar las raíces.
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